Quise meter mi mano en su boca,
tomar lento pero con furia
la mandíbula y tirarla, romperla,
desgarrar, romperla!,
desprenderla del cráneo,
insultarle el vago pensamiento,
sacarle el corazón y leerme
sentado, cínicamente
unas cuantas hojas de la biblia,
gritar toda y cada letra
que compusiera su nombre,
quemar todos los fluidos
y jalarlos o aspirarlos como gas.
Podré entonces decir
que todo lo he probado,
que todo lo he hecho,
recién, recién ahí...
Aunque, si llegase a saber
que después de esto existe vida,
pondría su fémur en un buen ángulo
para por fin quebrarlo.
Podré entonces, al fin sonreír.